Sacó el celular de su bolso – 5:30 am- dijo, cruzó sus brazos ya que el frío era insoportable, caminaba en círculos por la calle buscando calentarse, en la calle solo había una fila de taxis, en donde los taxistas dormían, ella sentía envidia pues solamente quería dormir, pero tenía que esperarlo, encendió un cigarrillo, seguía caminando, su ansiedad y miedo aumentaban, mientras que sus recuerdos traumáticos invadían su mente, el frío era más insoportable, además la neblina estaba mucho más intensa, dudaba si el llegaría. De repente el apareció, estaba vestido con ropa deportiva, con su cara asustada y su cabello desaliñado, cuando la vio solo dijo - ¿tienes un cigarrillo?- ella lo miró con desilusión, le dio uno y le ayudo a prenderlo, - hasta el día de hoy tenías que llegar tarde -, el solamente la miró, agarró su mano y empezó a caminar – apúrate, solo nos queda diez minutos-.
El camino se hizo largo, ellos no se hablaron, ambos tenían miedo, ambos tenían dudas, las luces de los faros empezaron a apagarse, el transito aumentaba, veían a personas haciendo footing, así como a ancianos saliendo a comprar el pan, era un martes cualquiera, pero para ellos era un día clave. Cuando llegaron al lugar indicado, el cual era una calle silenciosa, sucia y de feo aspecto, el sacó su celular, - no es necesario- se escuchó y entre las sombras apareció Roberto, metió su mano a su bolsillo sacando un paquete – son 200 soles – él le dio el dinero, su mano sudaba a montones, mientras ella miraba toda esa escena con pavor, - no se asusten- comentó Roberto, - ya saben las rojas van en la vagina, luego te tomas las azules, en cuatro horas empezaran los efecto – agregó –tienes que conseguirle frazadas ya que su presión bajará y la sensación de frío será peor- explicó mirándolo, - tu no tengas miedo, y antes de hacerlo será conveniente que desayunes bastante- le dijo a ella, - y no se preocupen, ya que los efectos duran 4 días, suerte- se despidió de ambos y desapareció caminando.
-¿Estás segura? – le preguntó
-Si- respondió con mucha incertidumbre
- Bueno, sígueme vamos a desayunar- agregó
-No tengo hambre, vamos así nada más- increpó
- No es hora de pensar en tu figura, si la cagamos nos jodimos ambos, yo puedo acabar en la cárcel y tú en el cementerio – lo dijo con una voz sería como nunca la había puesto en su vida.
-Está bien, pero que sea ensalada de frutas- respondió
Si tenía hambre pero el miedo había aplacado su necesidad de comer, fueron al restaurante más cercano, ella pidió una ensalada de frutas y el café con tres panes con huevo, todo trascurrió en miedo de un silencio digno de un cementerio, cuando acabaron se dijeron al hotel, el cual el ya había separado un cuarto, cuando entraron a la habitación designada que estaba perfectamente ordenada cubierta por un cubre cama rosa que curiosamente era el color favorito de la muchacha; ella se sentó en la cama, se subió la falda y bajó su ropa interior.
-Recuerda las rojas en la vagina y después debo de tomar las azules- le dijo mientras miraba a sus ojos.
-Lo sé- le comentó mientras había las pastillas
-Apúrate- le increpó
-Espera- respondió mientras tomaba la primera pastilla
-Hazlo rápido, quiero que esto acabe-agregó
-Ok- cogió la primera pastilla y se la colocó en la vagina
-¡Auuuuu! – Gritó ella - ¡más despacio pues! – le advirtió
- Disculpa, con la otra será distinto- mientras metía la otra pastilla –Ahora tómate estas dos-le ordenó mientras le daba las pastillas las azules junto con un vaso de agua, ella las bebió una por una ya que eran demasiado grande.
-Ahora si a esperar- dijo ella
-¡Qué más queda!- agregó el mientras la abrazaba, se dieron un beso - ¡te amo!- dijo ella - ¡yo también- le respondió y ambos se quedaron dormidos por un tiempo
Se levantaron cuando su presión comenzó a descender, comenzó a temblar, él mientras tanto estaba en la recepción del hotel buscando más frazadas, cuando regresó el vio un gran charco rojo en los bellos y perfumados juegos de sábana del cuarto, pensó lo peor, tiró las frazadas y corrió para abrazarla.
-¡Qué hemos hecho! – Dijo llorando - ¡QUÉ HEMOS HECHO! – gritó
-Tranquilo-dijo ella con una voz tenue- ya va a pasar- agregó mientras apretaba fuertemente su mano
Ambos lloraban mientras veían como la sangre inundaba la habitación, ella estaba más fría y pálida, el sudaba frío, cada minuto que pasaba el se ponía más nervioso, ambos lloraban mientras que la sangre seguida brotando de su frágil ser, su tierna mirada que siempre tuvo se debilitaba.
El no sabía qué hacer, el celular de Roberto sonaba empero nadie respondía, el miedo invadió su alma, se sentía impotente ya que no le salían más palabras de ánimo puesto las había perdido, ella lo miro fijamente, dijo que siempre lo iba a amar, le dio un ósculo y murió como ella quería en los brazos de su amado.
Al sentir que ella ya no respiraba, al verla muerta entre sus brazos, se acercó a la ventana – Nos vemos en el otro lado- dijo; y llorando se arrojó hacía la avenida desde aquel décimo piso donde estaba ubicada la habitación de cubre camas rosas del hotel que había visto ultima ves con vida a los amantes.